domingo, 25 de agosto de 2013

Huellas

Tenemos miedo por el simple hecho de ser. Es un estado natural de nuestro yo que se despierta cuando cruzas la línea de la otra realidad. Y es que, diría que existen dos realidades: la que vives y la que decides no vivir solo por miedo.

Y puede ser esa realidad, la que no vives, la que te esté esperando para  marcar tu camino. La que te haga descubrir, entusiasmar, vibrar, reaccionar. Pero, ¿cómo podemos saber qué esconde si tenemos miedo de ella?

¿Solo existe el miedo por la realidad que no estás viviendo? ¿Por qué he de tener miedo? ¿Y si me estoy perdiendo la mitad de mi yo, por solo tener miedo? ¿Y si no soy capaz de cerrar los ojos y disfrutar por miedo? ¿Y si hoy es ya ayer y sigue habiendo miedo? ¿Y si se va y yo sigo aquí?

Y justo recuerdas aquél día en el que compartes ventanilla de avión con la persona adecuada. Y tú apenas sabes que, por alguna extraña razón, ya no tienes miedo a volar. Sino a no volar. Miedo a no conocer nunca, miedo a perderte 1000 por ganar apenas 10, miedo a dedicar tu tiempo a aquello que no produce sensaciones ni cosquilleo. Miedo a no avanzar. Miedo a no poder escribir nunca líneas que recuerden momentos espontáneos y felices con desconocidos que te sonríen desde el asiento de al lado.

jueves, 11 de julio de 2013

Se necesitan. Se necesitan locos.



Estoy absolutamente convencida: no hay progreso sin locos. De esos que escriben su destino y apuestan todo a vivir. De esos que creen en sí mismo y caminan hacia su objetivo. De esos que anteponen felicidad a éxito. De esos que, a su modo, transforman y sueñan.


Locos que, primero, saltan y luego… ya se verá. De esos que confían, a ciegas, sin condición, a contracorriente. Locos apasionados, como los de antaño, de los que no quedan. Decididos, sobre todo decididos; sin temor a errar. Con voluntad para pronunciar un No, cuando sea no. Locos que apuestan y deciden. 


Locos capaces de ilusionarse e ilusionarte. De los que ríen cuando sienten nervios o de los que lloran cuando son cómplices. De los que se superan a ellos mismos, no a los demás. Locos atrevidos, conscientes, inconformistas y audaces. 


Locos con falda o pantalón, no importa. Locos libres o locos prisioneros de nuestra libertad. De los que escuchan o de los que prefieren no hacerlo. Solitarios o acompañados, pero pacíficos y calmados en su interior. Locos generosos, serenos y transparentes. Locos felices.


Locos de los que bailan hasta reventar, que abrazan, susurran y callan. De los que gritan de miedo y al instante se desinflan, de los que leen, pero también de los que dejan de hacerlo, de los que pedalean cada mañana para ir a clase, de los que te ceden el paso y de los que te miran bien porque sí. Locos que dejan huellan, a quien quiera que sea. 

http://www.youtube.com/watch?v=LGh0Uuo895c



Se necesitan locos. De esos que viven a su forma, sin preguntarse si está bien o está mal. De esos que rompen las reglas. Locos auténticos. Auténticos locos.


Se necesitan. Se necesitan locos que se definan como lo que son.


martes, 2 de julio de 2013

¿Tú también te condicionas?



No hay día que no escuche o lea un –ría en cualquiera de sus versiones: debería, podría, tendría, haría, encantaría, lograría, satisfaría, molaría, gustaría, bla bla bla… y así hasta aburrir. 


¿Y por qué (me) aburre? Por su significado, su connotación, su capacidad de desmoronar el presente (o el pasado, que también es tuyo), su impacto en la acción que te dispones a realizar, pero, sobre todo, porque al añadir el temido –ría a cualquier de los verbos modales, te estás maltratando y acortando tus alas. Entiéndase alas como presente, futuro, camino a seguir, metas, proyectos o planes.

Las condiciones, o más bien los condicionales, dejan espacio a nuestra imaginación, nos dejan jugar a soñar que algún día conseguiremos aquello que ansiamos, nos susurran que con solo cerrar los ojos ya podrás tener el mejor trabajo del mundo, la pareja más guapa del mundo, una familia de vicio, tus cuatro paredes, tu maravilloso tiempo libre para gastar en tus hobbies y aficiones y tus milcuatroscincuetamillones de libras esterlinas convertidas a euros en el mercado de divisas interbancario.


Pero lo que los muy zánganos no te dicen, es aquello tan temido de “nada llega sin que tú hagas algo por ello”, “o lo haces tú, o nadie jamás lo hará por ti”, “si lo puedes soñar, lo puedes hacer”, “todo parece imposible hasta que se hace”, “objetivo y acción”, “todo depende de ti” o “mueve tu culo”. 

Y es ahí donde quiero llegar. El mueve tu culo, lamentablemente, no viene incrustado cual microchip al nacer: lo adquieres, lo descubres o mueres sin él. Y en sustitución de esas ganas de ser valiente, liarte la manta la cabeza y actuar del “mueve tu culo”, surgen los condicionales. Que son solo pequeños hijosdeputa que, tranquilamente, se van acomodando entre tus sueños y tus ganas de Gin-tonics, para aliviarte el dolor mental del “no estoy haciendo lo que quiero, pero sí lo que quieren los demás”, “hago lo correcto y adecuado a mi edad, lo que me han enseñado y lo que, en un futuro (o dos), me traerá a la puerta de casa esos preciosos sueños sin cimientos y consistencia”, o sencillamente el “hago esto porque no puedo hacer otra cosa”.
 
Así que, a todos esos malditos condicionales y similares, desde aquí solo os puedo decir: “la vida es de los valientes”, de las Coco Chanel, los Nelson Mandela, los Roland Garros, los Walt Disney, los Cristóbal Colón, los Billy Durant, las Ana Frank y de todos cuantos dan la vuelta al subjuntivo para convertirlo en realidad.


¿Tú también te condicionas?