Cada día, y día tras día, elegimos, por el simple hecho de estar vivos, si estar
aquí o estar allí.
Elegimos cada mañana dejar sonar el despertador cinco minutos más o
levantarnos de un bote – aunque de esto último no soy plenamente consciente de
mi elección.
Elegimos ducharnos – por el lujo de poder – bien temprano o ya al final del
día, bien en silencio o con el reproductor de música encendido.
Elegimos alimentarnos con comida local y saludable – depende de dónde
estemos esto puede ser un poco trampa… -
o simplemente comida,
cualquieraquesea, por el mero hecho de algo que llevarse a la boca.
Elegimos vestir ropa de algodón y cómoda, o ropa de esas que te dejan marcas
en la piel. Y no hablemos de sujetadores de catálogos de revistas de (no) moda.
Eso no. Eso lo eligen por nosotras hasta que decimos basta.
Elegimos, no sé, ir a cafeterías de moda, con café de especialidad de
Etiopía, Vietnam o Colombia o a cafeterías con sillas de plástico desgastado
por el sol – Inserte sol para este último supuesto.
Elegimos trabajar para grandes multinacionales y regresar a casa en bici
para calmar nuestra frustración o trabajar con un fin más social, ambiental o
personal.
Elegimos ser madres/padres con derecho a toda una vida llena de quejas y
felicitaciones o, en el mejor de los casos, elegimos cuidar a nuestra mascota
como el mayor logro de nuestra vida.
Elegimos no abrir un libro en meses o leer todo lo que caiga en nuestras
manos. En tal caso, elegimos aventuras, biografías, poesía, viajes. Elegimos
perdernos con los personajes, desmontarlos o ser íntimos amigos de ellos.
Elegimos transporte público o gritar y tocar el claxon al volante – si
puedes – e inmediatamente subir el volumen de la radio y hacer como si nada
mientras miras por el retrovisor.
Elegimos qué deporte – si es que sí – practicar según la estación del año.
Yo nunca elijo esquiar, por si acaso me vuelvo a dejar la nariz en la nieve.
Que solo tenemos una.
Elegimos sonreír con la mirada, pedir perdón, dar las gracias, pararte a
ayudar a los más necesitados o fingir tener tanta prisa como si mañana ya no
existiéramos y no hubiera tiempo para calmar y agradecer a los demás.
Elegimos ver belleza en acciones cotidianas y lugares sencillos como tu
propia casa o el mercado callejero de tu barrio o esperar a que la belleza
aparezca de la nada.
Elegimos tener vacaciones – y en tal caso, pasarlas cuidando a nuestros
familiares o cruzarte el globo terráqueo en vuelos de mala muerte para ver los
tejados de Nueva York como en aquellas películas extremadamente caras.
Elegimos TANTO a diario, que no deberíamos ser fruto de una simple
casualidad. No nos conocimos por casualidad. Nos conocimos porque así lo
elegimos. De una manera u otra.
Y, por supuesto, yo elegí escribir todo esto desde esa cafetería de moda de
la ciudad y tú elegiste leerlo.
¿Casualidad?
Piensa lo que quieras. Pero no te creas nada de que lo que te acabo de
contar. Cuestióna(te)lo todo.
Y gracias por leerme.
@globitto - Pilar Rodríguez