7:05 a.m. Justo a tiempo para soltar mi maleta despellejada en la imposible estantería del vagón número 3. Diviso mi asiento asignado aleatoriamente y, aunque libre, decido que viajaré en el último del pasillo. Aún a oscuras, fuera el cielo amaga pintar las primeras luces del día. Está preparando la sorpresa.
Grises, azules, naranjas y violetas. Rosas mas adelante. Cuantos óleos acaba de pintar la naturaleza delante mía, sin ni siquiera haberlo pedido. Con la velocidad justa y la intensidad apropiada. Con la compañía de la melancolía que todo tren transmite.
Cuánta vida en un solo vagón, en un solo tren, en un solo trayecto. Cuánta vida, al final. Cuánta vida contigo. Cuánto humo que fue y que no será más.